Hoy en día es común el pensamiento de que llegada cierta edad es mejor dejar de hacer algunas actividades, entre ellas encontramos el entrenamiento de fuerza, que se convierte en una actividad de segunda o incluso inexistente en un elevado número de casos.
Siempre se recomienda salir a pasear, hacer algo de entrenamiento de movilidad…
¿Pero y la fuerza muscular qué?
Se ha comprobado que los programas de entrenamiento de fuerza en personas mayores constituyen una de las medidas preventivas más eficaces para retrasar la aparición de sarcopenia (1) (pérdida de masa muscular esquelética durante el envejecimiento).
Así como fomenta la mejora de la densidad ósea; que cobra vital importancia en mujeres que tras la menopausia tienen mayores pérdidas de masa ósea.
Además logra aumentar significativamente la autonomía funcional para realizar las actividades de la vida diaria(2). Es decir, fomenta la calidad de vida en las personas de la tercera edad, esto se traduce en un mantenimiento de la independencia y la autonomía. Aumenta la mejora de la percepción de su propia salud y bienestar general.
Es importante tener en cuenta la opinión de un profesional que nos pueda aconsejar a qué nivel deberán entrenar nuestros mayores tras haber sido realizada una minuciosa evaluación y adaptación de los ejercicios, para así poder llevar a cabo esta actividad con la máxima seguridad posible.